Inari. Japon 2020.
Izanami e Izanagi son la pareja de dioses de cuya unión surgió el mar, el viento, el fuego, el dolor, la muerte… Incluso Izanami dio a luz las islas que forman el archipiélago nipón.
El sintoísmo, es la religión nativa de Japón y se basa en la veneración de los kamis. Si bien antepasados o héroes se pueden convertir en kami después de su muerte, este culto ancestral deifica en primer lugar a los elementos de la naturaleza. Las deidades, celestes y terrestres, están en todo, son los guardianes de los lugares, protegen los bosques, habitan al pie de las cascadas, bajo las rocas… Incluso, Amaterasu, la diosa del sol, es el antepasado directo del propio emperador.
Pero más allá de los mitos, el sintoísmo tiene un objetivo muy bonito, busca las relaciones armoniosas entre los seres humanos, la naturaleza y los kami. De esta manera no resulta extraño encontrar mini santuarios sintoístas escondidos en los bosques o árboles rodeados con cuerdas, que los identifican como sagrados.
Una de estas deidades es Inari, diosa del arroz y las cosechas. Se representa con un zorro con una llave en la boca, llave de los lugares donde se almacenaban las cosechas. Con la evolución de la sociedad, Inari también acogió como protegidos negocios y comercios. Y fueron los dueños de estos, los que comenzaron a venerarla donando Toris (puertas rojas) con los nombres de sus establecimientos grabados en ellos. Cuanto mayor era el Tori, mayor era la ofrenda a la diosa.
Así da lugar entre otros, al impresionante Fushimi Inari-Taisha, que situado en Kioto, es un monte que conforma el principal santuario dedicado a Inari. Además de los miles de Toris que delimitan el camino a lo lago de la colina, se dice que hay más de 32000 pequeños toris, que son mini santuarios donde ir a rezar.
Recorrer esta colina es como entrar en un túnel espacio-tiempo de toris rojos, donde al caer la noche e iluminarse los santuarios con la luz de las velas, es difícil no embriagarse de ese misticismo que alberga la cultura sintoísta.